¿ Se puede girar el taxi a la izquierda ?

31/07/2018
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En estos momentos los taxistas se enfrentan a la desregulación de la prestación de sus servicios, la punta de lanza del sueño neoliberal. Su lucha, que tendría que despertar la simpatía de la gente de izquierdas, es sin embargo rechazada por algunos de los que cabría esperar su solidaridad.

Los argumentos que presentan son su imagen, al menos una parte de su imagen, de gente de derechas. En el imaginario colectivo es el tipo que escucha la COPE, y paradigma del cuñado que te suelta tópicos como “esto lo arreglaba yo…” o “España no puede ir peor” y, pasmo supino, ¡que no soporta la competencia¡

Su imagen de derechas no es diferente de la de una parte importante de la sociedad, de una sociedad de derechas, trabajadores incluidos. En cuanto a la competencia, es el látigo con el que funciona el capitalismo a la hora maximizar el beneficio;  y es la misma a la que se han enfrentado los trabajadores a la hora de vender su fuerza de trabajo y a la que se han opuesto históricamente mediante la regulación y la conquista de derechos. Eso quizás les debería hacer pensar a estos inesperados defensores de la competencia. Además, la imagen del taxista cuñado no deja de ser una imagen estereotipada. En los conductores de taxis podemos encontrar afectos a la España biliosa pero también gente alternativa, rockeros o inmigrantes.

Creo que era Marx quien decía que una lucha en el movimiento real vale más que una decena de programas. Es precisamente en las luchas donde los individuos confrontan por sus condiciones  de existencia, libertad, dignidad o supervivivencia material,  donde se rompe el velo de la falsa conciencia. La hegemonía que disfruta el capitalismo en el terreno ideológico y cultural difícilmente se puede cambiar mediante la lectura de libros que despierten una simpatía idealista por el socialismo, o en la bondad natural de un reducido número de personas.

En vez de aprovechar la lucha de los taxistas, de un gremio para nada privilegiado, que sufre jornadas de 10 y 12 horas de trabajo para conseguir un sueldo modesto, y ganarlos, poco o mucho, hacia nuestro lado, esa parte de la izquierda hace ostentación de su pretendida superioridad moral y los desprecia, haciendo suyos los argumentos que en su día se hicieron contra los estibadores, los funcionarios o los controladores: son privilegiados. Además no nos caen bien. No han compartido nuestros valores en el pasado, no nos merecen.

En el momento actual nuestras simpatías no solo tiene que dirigirse a los más desfavorecidos, o hacia la cada vez más mítica clase obrera tradicional, el trabajador de las grandes plantas industriales, sino también hacia esos sectores sociales que por la fuerza del neoliberalismo son empujados hacia la precarización.

Nadie debería dejarse engañar por el discurso de los privilegios, un discurso sin ninguna base en este caso. Mañana, señalarán como aristócrata a un conductor de autobús, a una maestra o a quienquiera no trabaje a destajo o esté en el paro. Los análisis sobre la composición de clase, sobre sin son obreros o patronos, deja a esa parte de la izquierda sin nada que o poco que decir, y lo poco que dice le convierte en un espectador reaccionario que obtiene un goce perverso ante el despojo de la escasa seguridad de un colectivo.

Raúl Corchón

 

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